Título : | Idilio | Tipo de documento: | texto impreso | Autores: | Rafael A. FRAGUEIRO (autor) | Lugar-Editorial-Fecha: | Buenos Aires : IMPRENTA LA UNIVERSIDAD, 1886 | Descripción física: | 61 p. | Ubicación: | U861.3 F811i | Temas: | FRAGUEIRO, RAFAEL A. - POESIAS POESIA URUGUAYA
| Contenido: | Si cuando caen de los robustos brazos
Cuando la nube, blanca como nieve
Si en medio de esa gran melancolía
Triste, de esa tristeza que embriaga
Reconcéntrome entonces y al pasado
Hallan en espledente polvareda
Entre su áurea confusión, la añeja
Ay, está muerta! La segur impía
Y a ver el árbol que tendido yace
La niña estaba enferma. Día a día
La madre lo escuchó yerta de espanto...
Entonces se acordó de unos queridos
Ellos la dieron cariñosa ayuda
Mis padres, eran esos dos amigos
Junto de aquel trigal - que iba en aumento
Regábalo un arroyo de aguas claras
Y saliéndose luego del plantío
Ay! estre ese vergel y sus aromas
En ese instante en que la luz fenece
Oh! con cuanta ternura y embeleso
Mi padre, - que aún estaba en la faena -
Fue grande y agradable su sorpresa
Yo entre el bullicio aquel, seco y huraño
Miraba entre sus labios sonrientes
Miraba en su semblante de quince años
Mi madre, - que sin duda me observaba, -
Después, cuando despliega bienhechoras
La sombra para todos desteñida
Los negros ojos de la niña; aquellos
Y solo huyeron de la vista mia
De mi lecho salté maquinalmente
El sol naciente su impalpable rayo
Las flores, en las matas, ya despiertas
Pronto la luz, en atrevido salto
Entonces, pareciéronme las galas
Hasta esa mañana indiferente
Aún no lo sé. ¿Qué encanto incomprensible...
Hice un grupo de hermosas azaleas
¡Inútilmente, cuánta flor galana...
¿A quién las doy? me pregunté yo mismo
Y ya no cupe en mí! - Me parecía
Encontrándome en estas fantasías
¡Ella! ¿Lo comprendéis? Ella tan luego!...
¡Ella! que como juez en su derecho
Y encorvó su figura delicada
Mas luego acrecentando mi embarazo
Por vez primera y única en mi vida
Y para hacer mi turbación completa
Quedeme al escucharle sorprendido!
¿Quién podría ser? ¡Mi madre solamente!
¿Qué contestar? ¿Qué hacer? Busqué un pretesto...
Oh! ya no pude resistir! Primero,
Los versos prometí. Rápida brisa,
¿No es cierto que en perfume y en encanto...
Yo no dormí esa noche. ¡Con qué ahinco...
Allí, sobre mi mesa, palpitantes
Sin ataviarlos con mayor decencia
-¡Ella ya estaba allí! - : Con qué contento,
Desbordable el júbilo; ese día
Pero no fue la sola vez aquella
Pero una noche, entre la ronda loca
No pude resistir aquella escena!
Me desperté azorado y ya despierto
¡Ay! era estraño, sí! ¿Porqué sufria?
Dulce revelación! En la ignorancia
Ya no era un niño, no! pues que sentía
Esa mañana cuando hallé a mi amada
¿Sabes, porque si a veces me ordena...
¿Y porqué, cuando vuelvo del trabajo...
¿No sabes tú porqué? ¿No lo imaginas?
¿No ves el arroyuelo transparente...
¿No lo sabes aún? mira las rosas
¡Y no has adivinado todavía!
¡Amor! balbuceó casi incosciente
¿Qué pensaría en su interior la niña?
Breve tiempo quedó como absorbida
¿Qué es lo que hacen?, preguntó, ¿se hieren?
¡Con tal pregunta me dejó atontado!
¡Solo vosotros los que habeis amado...
Y no como hasta entonces charlatana
¡Cuán bella, desde entonces la existencia...
Y cual si la pasión diera energía
-Yo me recuerdo aún, para mi daño
Jamás después, jamás en noches claras
¡Con qué donaire y gracia, cuando al bote...
¡Qué alegre al ver el sideral reflejo...
Otras tardes por valles y colinas
¡Con qué seguridad, con cuánto aplomo...
Henchíame de orgullo, cuando acaso
Otras tardes, la niña, caprichosa
¡Era entonces de ver, sus delicadas...
Tocaba a su capricho, eran arrullos
¡Amar! y ¿qué es amar? ¡Sentir la vida!
¿Porqué nuestra ventura va deprisa?
Vino el sol del invierno maliciento
¿Adónde van las aves del estío...
No sé; pero mirando las postreras
Aquellos días lúgubres y feos
Que ya, sin esperanzas ni contentos
El arroyo enturbiado por crecientes
En la cuadra gozó largo reposo
El frío, fue para la niña aciago!
Todos en nuestra casa entristecimos
También la pobre enferma estaba triste
En medio de ese asfixiador ambiente
Entonces, encerrados en su estancia
Ya, mirando detrás de los cristales
Ya, observando, en la noche, paso a paso
Ya, contemplando rígidos y escuetos
Y cuando sin fulgor el firmamento
Yo la miraba estático, arrobado
-¡La música es la lengua, que interpreta...
Solo una vez, cediendo a su deseo
Íbamos, al azar, por la ladera
Poco a poco llegamos a la cumbre
¡Tosca muralla de blanqueada piedra...
Por esa tapia, se asomó empinada
Su pupila quedó como suspensa
¡Cuan atrayente es este campo-santo!
Temblé al oirla! Por la vez primera
Pero sus frases, cual punzante flecha
Callados, regresamos a la granja
Otra vez salió aún la pobre niña!
Bajo la acacia aquella, donde un día
Estábamos sentados; su mirada
¿Qué tienes? preguntela dulcemente
Ah! talvez te parezca una locura
Escucha : si la muerte me destruye
Pretendí rechazar su pensamiento
Todo lo comprendió; leyó en mi frente
¡Nada mi lengua contestarla pudo!
Y así unidos, los dos, en ese abrazo
Si a lo lejos no hubiésemos oído
Y ya después... ¡Abrumador recuerdo!
Una noche, en que todos a la lumbre
Nos sentamos en plática risueña
Alcéla yo con rapidez de rayo!
Solo mi padre no quedó contento
Nos pareció infundada su premura
¡Con cuánta asiduidad hizo su examen!
Yo no me resigné!; tras una puerta
Cuando volví a mi ser de aquel letargo
Pero de pronto, en raudo torbellino
Del cuarto de la niña, al otro día
¡Oh, qué rayo de luz! ¡qué dulce calma!
El médico volvió; con tacto esperto
Gozando, sin saber, de aquel derecho
Apoyándose en mí, con sobrehumano
¡Pobre mi tierno amor! Yo la miraba
Dió de pronto, con ímpetu inaudito
Sobre las teclas deslizó pesada
¿Era aquello un desmayo solamente?
Al escuchar mis imprudentes voces
En esa misma tarde, enternecido
Cuando por tierra se tendió el coloso
Aquel pedazo de árbol esculpido
Yo, que la vi morir; yo, que el primero
Yo, que al siguinte día, consternado
Yo, que a mi padre, en la escursión penosa
No recuerdo jamás haber sentido
Ni el mirarla morir; ni el ver vidriosos
Ni aquel camino lúgubre; no! nada
Terminaron los rezos! Sin horrores
Aquel rumor ¡me pareció el saludo...
Pesada losa, con letal clausura
¡Oh dueña de mi amor! Tú ya reposas
¡Cuántas veces, mi bien, he visitado...
Han pasado los años tras los días
¡Todo en nuestra existencia se renueva!
¡Todo se cambia, todo! ¡Solamente...
Apenas, si cloróticos y blancos
¡Ah! mas la rama grande; la que el aire
Lo mismo el hombre! Si tal vez un día
¡Feliz entónce el corazón, que alcanza... |
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