Resumen: | Cuando recorrió por primera vez el Camino de Santiago, iba lleno de entusiasmo, de expectativa y de curiosidad por vivir nuevas experiencias, pero con la incertidumbre e inseguridad propias de quien se enfrenta a lo desconocido.
Vivió la gran satisfacción de sentirse en medio de la naturaleza, de caminar por senderos surcados de cultivos multicolores, de bosques que cobijan, de riachuelos que refrescan y de personas que se distinguen por su tolerancia y su disposición permanente de colaboración y ayuda.
Aunque no todo fue placentero sino que soportó momentos difíciles marcados por jornadas agobiantes, atravesando planicies ardientes sin sombra y sin vida, por caminos agrestes con pendientes abruptas y descensos empinados que fatigan, a medida que registraba por escrito sus vivencias, empezó a renacer en él el deseo y la necesidad de volver a vivir el Camino, porque fueron mayores las alegrías que los sufrimientos.
A pesar de las jornadas fatigantes, no quería que el Camino terminara y prefirió continuar hasta Muxía y Finisterre en el Costa de la Muerte, consciente de que al llegar, habría caminado cerca de mil kilómetros. |